"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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11-03-2010 |
Uruguay
Pablo Romero García
Presidente Mujica, un pragmático ajedrecista liberal
El primer discurso como presidente que realizó José Mujica en el Parlamento, quizás haya dejado algo sorprendido a más de uno, más allá de que existan o no explícitos y públicos reconocimientos al respecto . M ientras la izquierda más radical -desde su diario La Juventud- salió a señalar con marcada indignación que Mujica era “más de los mismo” y titularon su editorial “¡A desalambrar, a desalambrar! pero, para el capital internacional”, enredados aún en viejos y gastados eslóganes, tenemos que la prensa más oficialista (el diario La República) evitó referirse a aquellos aspectos que ideológicamente podrían ser un tanto incómodos para cualquier militante (y quizás para muchos de sus votantes) del Frente Amplio, particularmente los que refieren a las aristas más pragmáticas, de cuño liberal y a favor de una macroeconomía ligada a la vorágine posible dentro del capitalismo actual que remarcó el nuevo presidente. Y para contribuir aún más a cierto estado de sorpresa, la prensa más vinculada a la derecha se mostró casi efusivamente entusiasta con los discursos de Mujica, resaltando precisamente aquellos aspectos que tanto molestaron del discurso a la izquierda radical y a los que la izquierda más “entusiastamente oficialista” evitó referirse.
Para quienes venimos siguiendo los avatares ideológicos de Mujica, sin embargo, en nada nos sorprendió el discurso presidencial en esos aspectos más ligados a un claro pragmatismo y liberalismo político, viejas malas palabras en el imaginario sostenido e impulsado desde siempre por la izquierda local.
De la misma manera, no nos habían sorprendido varias de las declaraciones que Mujica realizara en ese sentido en el polémico libro “Pepe Coloquios”, tan festejado por la derecha local y tan afanosamente intentado ocultar, corregir o ignorar por dirigentes y militantes de la izquierda (incluso por el mismo Mujica en su momento, por cierto). Aunque, sí debemos confesar que no terminaban de cerrarnos sus coqueteos y pequeñas intrigas de “alcoba” con algunos de los sectores más militantes -y menos moderados- del Frente Amplio, más afines a darle a este segundo gobierno del FA un giro decididamente marcado hacia los viejos eslóganes de la izquierda “histórica”, asentada aún en los discursos de conflictos y luchas de clases. Particularmente, su relacionamiento con la vieja “barra” de ex compañeros de andanzas guerrilleras y los sectores más sesentistas del MPP, pero, sobre todo, con el minoritario Partido Comunista, que pese a tener una escasa votación nacional es muy fuerte en el obsoleto, elitista y poco representativo andamiaje organizativo interno del Frente Amplio.
Pero, su público “adiós a la barra”, su finalmente claro y decidido acercamiento a la línea política de Astori y Vázquez -representantes de una moderna izquierda ubicada en el centro del espectro político, que sabe sembrar eficientemente con todas las recetas y reglas económicas del capitalismo global para luego volcar los frutos recogidos en políticas sociales, acompañadas de una mejor justicia distributiva-, y sus primeros discursos como presidente dejaron en claro algunas estrategias políticas y alianzas necesarias que Mujica supo jugar con brillantez. Zorro viejo, Mujica ya declaraba en el libro Pepe Coloquios la necesidad de contar con los favores del Partido Comunista, sabiendo de su peso en el Congreso de la interna frentista, pero sobre todo sabiendo que manejan buena parte de las bases sindicales, o sea, el sector más conservador y burocratizado que tiene el Estado uruguayo. Y esto es central, porque Mujica ya planteaba en el citado libro que su plan más osado consistía en llevar adelante la madre de todas las reformas: la reforma del Estado. Nada más ni nada menos que el espacio en donde terminan fracasando presidente tras presidente. Y tenía claro que para ello debía tomar un camino distinto al de Vázquez, que no tuvo la cintura política necesaria como para saber lidiar exitosamente con las bases militantes sindicalizadas -y atornilladas al aparato estatal-. Los movimientos de Mujica fueron otros, propios de un brillante ajedrecista político. Aunque hay que ver, claro, cómo termina finalmente la partida en juego.
Hoy, el minoritario Partido Comunista cuenta con un Ministerio (el de Desarrollo Social) y con nada más ni nada menos que con el gobierno de la Intendencia de Montevideo (pues -salvo un terremoto político- es casi imposible que no gané nuevamente el FA en mayo la intendencia capitalina). Y poseer el gobierno de la capital es poseer el segundo gobierno en importancia que tiene el país. Desproporcionado espacio de poder para un sector que apenas contó con los votos justos para lograr un solo senador. ¿Por qué, entonces, esa desmesurada condescendencia de Mujica para con el PCU? La política menor, las movidas “subterráneas” y las intrigas políticas han sido la característica histórica del PCU (por cierto, sector desde siempre enfrentado al MPP de Mujica) y motor de su supervivencia y poder militante, pero esta vez se han enfrentado a la figura más camaleónica y hábil políticamente que tiene nuestro espectro de dirigentes políticos: el flamante presidente de todos los uruguayos, el hombre que una y otra vez se ha reconfigurado y adaptado a las circunstancias, el superviviente a sus tiempos de guerrillero urbano, el sobreviviente a la cárcel y las torturas de la dictadura militar, el hombre que supo adaptarse a las reglas de la democracia liberal que antes desdeñó y contra la que luchó, el reciclado radical que emerge como moderado socialdemócrata, con una mirada sobre la realidad que deja atónito a viejos compañeros de armas (por ahí anda Zabalza, su viejo compañero de armas, diciendo que Mujica “ya no tiene raíces”), que deja boquiabiertos a sus más acérrimos rivales de la derecha, los que son incapaces de llevar adelante una gestión –y sostener un discurso creíble al respecto- que represente finalmente una teoría política –y un modelo concreto de gobierno- que sintetice lo mejor del liberalismo y del socialismo, de esa perimida y errónea dicotomía con que tantos siguen pensando el mundo.
Por cierto, parte de la sutil jugada que hace Mujica en su afán de reformar el Estado y lidiar con las bases sindicales es poner al PCU en la IMM. ¿Quién mejor que el sector de bases sindicales por excelencia para enfrentar a ADEOM, el sindicato más corporativo, radical y conservador que existe en al sector estatal, anclado justamente en el gobierno departamental más importante? Gane quien gane o pierda quien pierda esa pulseada, saldrá ganando la iniciativa de Mujica de poder lidiar eficazmente con las bases sindicales para poder realizar la pretendida reforma del Estado. La IMM puede llegar a ser la tumba política para el PCU o la derrota de ADEOM en manos del rival político más similar a sí mismo -y por lo tanto, más difícil- que haya tenido que enfrentar.
Quizás el tiempo señale que -en aquellas históricas instancias del Congreso del FA de fines del 2008 de cara a elegir el candidato “oficial”- en el afán casi obsesivo de las bases militantes -particularmente las comunistas-, de cerrar el camino a Astori como candidato del FA, por tildarlo precisamente de poseer un afán pragmático y liberal, demasiado acorde a la macroeconomía reinante, no hicieron más que allanar el camino al más pragmático y políticamente liberal de los candidatos posibles.
Es Mujica un liberal en el sentido político clásico (y en más de una ocasión se ha definido precisamente en estos términos) y un hombre con una visión absolutamente pragmática respecto de la vida política, que ha dejado por ambos motivos (su liberalismo ideológico y su pragmatismo) de mirar el mundo desde los infértiles terrenos de la ideología del conflicto y del todo o nada. Precisamente, sobre esto último se refirió en su primer discurso como presidente y bien vale la pena reproducir sus palabras:
“(…) creemos que esta idea de la complementariedad de las piezas sociales, es la que mejor se ajusta a la realidad. Nos parece que el diagnóstico de concertación y convergencia es más correcto que el de conflicto”
“Hace rato que todos aprendimos que las batallas por el todo o nada, son el mejor camino para que nada cambie y para que todo se estanque. Queremos una vida política orientada a la concertación y a la suma, porque de verdad queremos transformar la realidad.”
Superar las teorías del conflicto permanente (ante lo obvio de cuestionamientos habituales, vale decir que para todos a estas alturas supongo que debe ser claro que la vida es conflicto y que existen intereses en pugna en todos los ámbitos y órdenes. Pero el asunto es sobrepasar ese estadio por vías del diálogo y el acuerdo y no acentuarlo por vías del permanente desacuerdo fundado en no dialogar con el “enemigo ideológico”), abrir los espacios de debate y superar el conservadurismo (conservadores son ciertamente, como bien señala Mujica, quienes quieren “cambiar” la realidad desde las consignas “revolucionarias” del conflicto y del todo o nada).
Esto, claro, requiere terminar de desterrar las prácticas políticas de imponerse a los gritos y el romanticismo de los “héroes de clases”. Se necesita, en todo caso, otra forma de “heroísmo” y “valentía” , mucho más difícil de poner en práctica. Pues, lo que se necesita es el diálogo sereno, el respeto por las diferencias, priorizar la vía de la argumentación, de la persuasión en base a buenas ideas, como espacio imprescindible de madurez democrática. Sobre todo, se necesita más que el interés de clase y el conflicto permanente, sujetos que piensen y actúen más allá, que piensen efectivamente en el bien comunitario. Y como bien señaló Mujica en ese primer discurso:
“Nada de esto se consigue a los gritos. Basta mirar a los países que están adelante en estas materias y se verá que la mayor parte de ellos tienen una vida política serena. Con poca épica, pocos héroes y pocos villanos. (…) Para lograrlo estamos convencidos de que se necesita una civilizada convivencia política”
Valentía que se necesita para llevar adelante esa gran reforma del Estado que se propone Mujica y que implica enfrentar a sus propias bases políticas. Y aunque por ahora no ha habido más que derrota presidencial en ese rubro, sus intenciones y desafíos también quedaron marcados en ese primer discurso:
“Esa sinceridad y esa valentía van a ser necesarias para llevar adelante las políticas de estado que proyectamos. Para ponernos de acuerdo vamos a tener que rebajar nuestras respectivas posturas y promediarlas con las otras. Y esa rebaja implica líos obligatorios con nuestras bases políticas. Ese va a ser un test de valentía.”
Y por allí, también esto supondrá digerir que no sólo los “villanos” son corruptos, que la burocracia no tiene partido, que hay que dejar de lado la soberbia moral que suele parecer cuando nos asignamos a priori una etiqueta de “buenos” y poseedores de las verdades últimas, y aprender esas lecciones que nos impone los límites de la realidad, incluyendo las de la macroeconomía y la de los límites de los finitos recursos monetarios. Y sonaron claras y fuertes las palabras de Mujica al respecto:
“Por su parte el Frente Amplio, eterno desafiante y ahora transitorio campeón, tuvo que aceptar duras lecciones, no ya de los votantes sino de la realidad. Descubrimos que gobernar era bastante más difícil de lo que pensábamos, que los recursos fiscales son finitos y las demandas sociales infinitas.
Que la burocracia tiene vida propia, que la macroeconomía tiene reglas ingratas pero obligatorias.
Y hasta tuvimos que aprender, con mucho dolor, y con vergüenza, que no toda nuestra gente era inmune a la corrupción.”
“Una macroeconomía prolija es un prerrequisito para todo lo demás. Seremos serios en la administración del gasto, serios en el manejo de los déficit, serios en la política monetaria y más que serios, perros, en la vigilancia del sistema financiero. Permítanme decirlo de una manera provocativa: vamos a ser ortodoxos en la macroeconomía. (…) Ya una vez quisimos ser antárticos, y producirlo todo fronteras adentro. Nos fue mal, muy mal. Seria criminal no aprender de aquellos dolores y volver a una economía enjaulada y cerrada al mundo.”
También fue importante su defensa del trabajador privado, a quien señaló como el verdadero afectado por las crisis económicas que inauguraron el siglo XXI:
“Del mismo modo la sociedad uruguaya ha protegido a sus servidores públicos mucho más que a sus trabajadores privados. Recordemos que en la crisis del año 2002 y 2003, casi 200 mil personas perdieron su trabajo y ninguna fue un funcionario público. Se estima que otras 200 mil sufrieron rebajas en sus salarios, y todos fueron trabajadores privados”.
Y no en vano, finalmente Mujica también señaló en su discurso que:
“(…) gobernar empieza por crear las condiciones políticas para gobernar.”
Y en ese sentido ha venido moviéndose en las arenas de la política local, con talento de ajedrecista, tanto hacia los partidos opositores como hacia los sectores de su propio partido que suelen obstaculizar la tarea.
Al día siguiente de las elecciones internas, escribí un articulo titulado “Entre Mujica y Lacalle, voto por Vaz Ferreira” y al día siguiente del triunfo de Mujica en las elecciones presidenciales uno titulado “El día después de las elecciones presidenciales”. En el primero sostenía la importancia del centro político y de los equilibrios, la necesidad de abandonar las viejas dicotomías ideológicas y de buscar políticas de Estado que superaran la fatal partidocracia uruguaya. En el segundo, festejaba el gesto de Mujica al momento de ganar, llamando precisamente a buscar esos equilibrios con la oposición y declarando que en lo inmediato se pondrían a trabajar comisiones que apuntaran a generar políticas de estado más allá de los partidos políticos (hecho concretado ya semanas antes de su asunción, con comisiones que interpartidarias funcionando sobre cuatro puntos centrales: educación, medio ambiente, seguridad y energía). También decía que Mujica “podría ser quien dé un histórico paso en cuanto a lograr quebrar el viejo vicio político uruguayo de gobernar sin el otro, sin el perdedor en esa dicotomía de izquierda versus derecha. El tiempo lo dirá. Y la voluntad política, claro”. Es bueno saber que las cosas se van encaminando en ese sentido, que Mujica exprese que es vital gobernar “para generar transformaciones hacia el largo plazo”, para “crear las condiciones para gobernar 30 años con políticas de estado”, que más importante que el gobierno de un partido es “un sistema de partidos, tan sabio y tan potente, que es capaz de generar túneles herméticos que atraviesan las distintos presidencias de los distintos partidos ,y que por allí, por esos túneles, corren intocadas las grandes líneas estratégicas de los grandes asuntos”, aunque a los que viven la política como un hincha fanático desde la tribuna del estadio, les resulte casi intolerable tanta moderación democrática.
Ya no es tiempo de únicamente “patria para todos ” (y menos del trágico “o para nadie”) sino también de “patria con todos”. No es menor la eliminación y el agregado sustitutivo -con su correspondiente y elogiable cambio de sentido- que Mujica ensayó al momento final de su discurso para la histórica fórmula del MLN que rezaba “Habrá patria para todos o para nadie”. Ojalá ese “con todos” pueda cristalizarse. Es difícil, pero no imposible. Al menos, vale la pena intentarlo.
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